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Buenos Aires, Argentina (Einstein on the Beach)

April 25

https://teatrocolon.org.ar/produccion/einstein-on-the-beach/                          

Einstein on the Beach

Ópera de Robert Wilson y Philip Glass
Reposición de la versión de Martín Bauer y Rodrigo de Caso

Dirección Musical
Leo Warynski

Dirección escénica
Martín Bauer

Dirección cinematográfica
Alejo Moguillansky

Coreografía
Carlos Casella

Diseño de vestuario
Luciana Gutman

Concepto escénico
Mariana Tirantte y Matías Sendón

Electrónica
Germán Campos

Narradores
Maricel Álvarez, Analía Couceyro e Iván García

Soprano solista
Carla Filipcic-Holm

Bailarines solistas
Marina Giancaspro y Gustavo Lesgart

Sinopsis

Einstein On The Beach (Einstein en la playa) es la primera y más famosa ópera del minimalismo, que irrumpió en el género con una experiencia escénica y musical radicalmente nueva. Su estreno en 1976 causó sensación y su impacto no disminuyó desde entonces, algo que pudo comprobarse con el éxito de esta versión creada para el Teatro Colón en 2023, con Martín Bauer liderando un “dream-team” creativo. Tres narradores e intérpretes, una docena de bailarines,  una soprano solista, un coro y un ensamble amplificados y los equipos de cine y de ópera despliegan un verdadero “tour de force” de más de tres horas sin interrupciones.

La repetición al poder

Por Rodolfo Biscia
Einstein on the Beach logró redefinir las convenciones del teatro musical hasta volverlo casi irreconocible. La coreografía de Lucinda Childs se acoplaba al trance sonoro que proponía Philip Glass y al abordaje que Bob Wilson desplegaba mediante el vestuario, la escenografía, la iluminación, y la economía expresiva de movimientos y gestos.
La obra exhibe poco en común con lo que identificamos como una “ópera”. Los actores monologan, los bailarines ejecutan coreografías muy austeras, y los intérpretes vocales cantan una letanía de números o el nombre de las notas que profieren. Glass recurre a los instrumentos electrónicos, prescinde de las voces impostadas de gran proyección, y recurre a la amplificación vocal e instrumental.
Aunque todo gira en torno a la figura de Albert Einstein sólo se asoma en calidad de ícono histórico, deambulando en contextos afines o incongruentes: de un tren a una nave espacial, pasando por un tribunal que de manera surreal puede alojar una cama o convertirse en una prisión. Inútil buscar precisiones biográficas, o una trama o libreto en sentido habitual.

Lo redundante y lo inesperado

El minimalismo musical suele disponer conjuntos de instrumentistas e intérpretes a la manera de una “instalación sonora”, y a menudo aspira a la literalidad del sentido, antes que a toda evocación simbólica o programática. Se circunscribe a un material melódico limitado y a una pulsación rítmica constante, y propone un inesperado retorno a la consonancia y el diatonismo. El rasgo más notorio de esta música es, al fin y al cabo, la presencia de la repetición como elemento estructurante.
Las escenas se suceden ceremoniosamente, construidas mediante progresiones armónicas sencillísimas o módulos aditivos –o sustractivos– repetidos con exasperación (los detractores dirán: hasta la náusea). Aunque siempre escuchamos los mismos patrones y matrices, no dejan de ser objeto de una transformación incesante.
Entre otras cosas, esta organización novedosa del discurso musical supuso una reacción frente a las complejidades de la estética serial de posguerra. Una idea fundamental en la construcción de una serie dodecafónica es la de que no se repita, bajo ningún concepto, ninguna de sus doce notas antes de que todas ya hayan aparecido, de manera simultánea o sucesiva. La oposición de principios es evidente: mientras que el serialismo elude la repetición, el minimalismo la celebra, con goce y compulsión.
A pesar de su aparente simplicidad, esta corriente representaría una ruptura mayor con la tradición que la que produjo el serialismo dodecafónico. El minimalismo habría logrado poner en crisis el equilibrio usual entre la identidad y la diferencia: ese balance entre lo redundante y lo inesperado que caracteriza buena parte de la música a la que se considera valiosa.
La paradoja es que, al entronizar la repetición, esta propuesta acaba exigiendo más del oyente aun cuando parezca exigirle menos. En otras palabras, demanda un aumento de la sensibilidad ante los cambios en un contexto de redundancia extrema.
Al igual que otras piezas mayores de esta tendencia musical, la obra desafía a agudizar la percepción. Puede que, para el oído atento, discretas transiciones a veces se agiganten como cambios radicales: en esos umbrales habrá que buscar las epifanías que el minimalismo –mínimamente– promete.

                      

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